Me encanta planificar los temas que trabajo en mis columnas, revisar literatura y analizar desde una perspectiva responsable cómo promover la educación del paciente, que como yo encuentra en el cannabis medicinal un aliado para mantener la salud en balance.
Hace par de semanas fui a un dispensario y adquirí unos gummies, luego de consultar con el budtender. Le expliqué qué buscaba y me hizo una recomendación de lo más convincente, que me resultó lo suficiente buena para mi condición.
“Los gummies estos, son de una dosis baja”, me comentó en la consulta, y yo lo atendía mientras recordaba aquella experiencia que tuve con un gummy que no dividí correctamente y me causó una “pálida” memorable. Claro, el causante de mi pálida fue uno de mayor contenido. “Ah, pues me agrada que no tenga que partirlo por ser baja la dosis”, le dije.
Los gummies y productos que se elaboran en Puerto Rico son de buena calidad. Se rigen por las regulaciones de una industria que está en constante evolución. Sin embargo, no puedo responsablemente decir lo mismo de productos tipo gummies que se venden fuera de los dispensarios aunque sean sólo de CBD. Estos los he visto en supermercados, farmacias y hasta online.
Los vendidos en dispensarios que llevan una etiqueta precisa con los porcentajes de THC, CBD, CBN y otros componentes. Los otros son una lotería.
Según un estudio en el que se analizó la toxicidad del CBD de un paciente que tuvo un consumo excesivo de gummies, hay varios factores que deben considerarse en cuánto a la toxicidad. El estudio A case of Toxicity from Cannabidiol Gummy Ingestion,de Jessica Bass y David R. Linz, publicado en cureus.com, analiza mayormente a un paciente adulto, aunque incluye a uno pediátrico. Este último tuvo una dosificación errónea para su condición.
El paciente, de 56 años, que no tenía historial de abuso de sustancias, había adquirido unos paquetes de gummies de CBD, en un garaje de gasolina. Hizo uso de estos gummies en su lugar de trabajo. Luego sus compañeros llaman a los servicios de emergencia porque el paciente se comportaba de manera errática, además de tener problemas del habla y vómitos.
Llegó al hospital en ambulancia y tuvieron que administrarle sueros para bajar la toxicidad. El paciente experimentó problemas neurológicos, cardiovasculares y respiratorios. Conforme a la información que el paciente suministró en esa crisis de salud, entendió que los gummies de CBD eran seguros para consumirse, que los adquirió para aliviar dolor y contrarrestar la ansiedad. Además, y aquí fue que quedé en una pieza, se comió los dos paquetes “como si fueran cualquier otra golosina”. ¿Que, qué? Repitan conmigo: no son golosinas.
Según los investigadores, existe un mercadeo excesivo para productos con CBD, muchos no están bien etiquetados y hay falta de regulación y control de calidad. Además, tienen el potencial de causar daños adversos a la salud, se requiere mayor investigación sobre el tema de toxicidad para seguridad del consumidor.
Desde mi perspectiva como paciente, estos investigadores dejaron fuera la responsabilidad del consumidor. El adulto no consideró que se trataba de un medicamento aunque sólo pueda verse como un suplemento. Quizás tiene que repensarse la manera de orientar al paciente y el lugar donde se venden los productos.
Por ello, la orientación al paciente es vital, prefiero conversar con el budtender, escuchar recomendaciones e ir a un dispensario cannábico, porque hay mayores regulaciones.
Por Amanda Díaz de Hoyo