Por Amanda Díaz de Hoyo
Con Cannas
Muchos hemos perdido el sentido del olfato en algún momento, especialmente en tiempos de Covid-19. Este sentido es el que nunca descansa, pues incluso cuando estamos durmiendo, detecta olores y aromas, influyendo incluso en los sueños y, por supuesto, en el apetito.
Quienes usamos cannabis medicinal hemos notado que, tras su consumo, se agudizan los sentidos. El olfato, en particular, se vuelve más discriminatorio.
Pensaba que la experiencia de usar cannabis y su efecto en el olfato abriría puertas a investigaciones amplias. Sin embargo, me sorprendió descubrir que muchos artículos citan un estudio de 2017, en el que se administró a voluntarios saludables 20 mg de THC vía oral. Este estudio, titulado “Effects of Oral Δ9-Tetrahydrocannabinol on the Cerebral Processing of Olfactory Input in Healthy Non-Addicted Subjects”, concluyó que el THC modula el proceso olfativo central y que la reducción de un aroma placentero inducida por el THC estaba acompañada de activaciones reducidas en el sistema límbico.
Recordemos que el sistema límbico, compuesto por estructuras como el hipocampo y la amígdala, dirige emociones, comportamiento y está relacionado con la memoria a largo plazo y las estructuras olfativas.
No podía quedarme solo con un estudio antiguo para entender por qué mi olfato se agudiza tras microdosificar cannabis medicinal. Entonces, encontré un estudio de 2020 titulado “Cannabinoid Control of Olfactory Processes: The Where Matters”, de Geoffrey Terry y otros, en el que se concluye que el sistema endocannabinoide modula directamente los procesos olfativos, como la sensibilidad a aromas, el aprendizaje olfativo y la memoria.
En diferentes partes del cerebro donde se procesa el olfato, el sistema endocannabinoide juega un rol esencial en la transmisión sináptica y la plasticidad, además de regular comportamientos dependientes del olfato, como el apetito. También se destaca que el THC, principal compuesto psicoactivo del cannabis, induce un aumento en la percepción olfativa y altera el discrimen olfativo y de complacencia. Los receptores CB1, presentes en áreas olfativas como la amígdala, la corteza orbitofrontal y el hipocampo, modulan estas funciones.
La interconexión entre las áreas olfativas y el control del sistema endocannabinoide sobre varias tipos de células y ubicaciones subcelulares hace que determinar las funciones de los receptores CB1 en el olfato sea complejo y excitante.
Aunque algunos cuestionan la importancia de estos estudios, son valiosos para el desarrollo de la medicina. Comprender este tipo de interacción representa un avance significativo en la neurociencia, lo que podría llevar a estudios futuros con seres humanos para atender necesidades de poblaciones específicas.
La alteración del sistema endocannabinoide contribuye al desarrollo de trastornos neurológicos y neuropsiquiátricos, en los cuales la pérdida del olfato es una etapa temprana.
Con estos hallazgos, se podrían formular tratamientos farmacológicos que incluyan medicamentos para el sistema endocannabinoide y desarrollar cepas específicas para tratar afecciones específicas, fomentando una medicina integral.
Aún queda mucho por estudiar, pero se está avanzando gracias a la liberalización del cannabis y el aumento de jurisdicciones que permiten su uso medicinal y recreativo. Estos estudios son cruciales para asegurar una mejor calidad de vida para los pacientes.