San Francisco (EE.UU.), 26 mar (EFE) – Cuando San Francisco se convirtió en la primera gran urbe de EE.UU. en decretar una orden de confinamiento por COVID-19, en un primer momento cerró los dispensarios de marihuana. Apenas unas horas más tarde rectificó.
El cannabis resultaba esencial y los dispensarios podían seguir abiertos.
Esta misma guía ha sido adoptada por Los Ángeles, Nueva York, los estados de Illinois y Colorado, y tantas otras Administraciones del país que han impuesto restricciones al comercio para hacer frente a la pandemia: los dispensarios de marihuana, como los supermercados y las farmacias, deben seguir abiertos.
El fenómeno resulta cuanto menos curioso si se tiene en cuenta que el consumo y cultivo de cannabis sigue siendo ilegal a nivel federal en EE.UU. y que, incluso en el caso de los estados donde ahora es legal como California, su uso para fines recreativos no lo era hasta hace dos años.
LA JUSTIFICACIÓN MÉDICA
La razón oficial que están dando las autoridades locales y estatales para considerar los dispensarios de marihuana como negocios esenciales y que, por tanto, pueden seguir abiertos, se centra en las aplicaciones médicas y huye de menciones relacionadas con fines recreativos.
“El cannabis es una medicina esencial para muchos residentes de San Francisco. Los dispensarios pueden seguir operando siempre y cuando mantengan las prácticas de distanciamiento social y otras recomendaciones de salud pública”, ha sido, por ejemplo, la justificación dada por las autoridades de la urbe californiana.
Aunque los beneficios precisos de la marihuana siguen siendo objeto de debate entre la comunidad científica, existe consenso en que, por lo menos, sirve para aliviar la sensación de dolor, tratar las náuseas derivadas de un proceso de quimioterapia y los espasmos musculares de los pacientes con esclerosis múltiple.
Además, es efectiva para rebajar la ansiedad, algo que cobra especial relevancia en unos días duros emocionalmente a causa del coste humano de la crisis sanitaria, la incertidumbre económica y la reclusión forzada.
LA EQUIPARACIÓN CON EL ALCOHOL
En paralelo a ese uso con fines terapéuticos en los últimos años ha habido un cambio de percepción.
“Creo que el cannabis está empezando a tener la misma consideración social y política que el alcohol”, explica en una entrevista telefónica con Efe David Lonsdale, el consejero delegado de CanaFarma Corp, una empresa con sede en Nueva York especializada en la manufactura de productos derivados del cáñamo (una de las variedades del cannabis).
Este cambio de mentalidad, tanto entre el público general como entre la clase política, se está produciendo a un ritmo vertiginoso (hasta hace ocho años, ningún estado había legalizado el consumo recreativo) y, por tanto, reflejarse en la industria del alcohol también resulta útil de cara a su regulación.
“El otro día recibí un correo electrónico de una licorería en la que compro habitualmente, donde se alegraban de haber sido clasificados como negocio esencial. Las industrias del licor y del cannabis siguen caminos convergentes”, se muestra convencido Lonsdale.
UN PRECEDENTE PARA OTRAS CRISIS
Tanto si se trata de criterios estrictamente médicos como de la respuesta de una sociedad que ya se ha acostumbrado a convivir con el cannabis, haber recibido la etiqueta de “esencial” durante la presente crisis supone mucho más que un alivio temporal para las 240.000 personas que se calcula que esta industria emplea en EE.UU.
La decisión de las administraciones sienta un precedente que normaliza por completo el sector y lo carga de argumentos para mantener el mismo estatus frente a futuras crisis que no sean estrictamente sanitarias, pero que también obliguen al cierre de negocios como un huracán u otros desastres naturales.
“Yo estaba en San Francisco cuando ocurrió el último gran terremoto en 1989, que derrumbó casas y puentes. Son situaciones extremas, en las que la gente se ve superada por el estrés. Creo que negarles la ayuda que el cannabis puede proporcionar sería un paso en la dirección errónea”, concluye Lonsdale.