Quito (EFE) – La reciente aprobación por el Parlamento del uso y producción del cannabis para fines terapéuticos en Ecuador abre muchos interrogantes y la esperanza de una nueva industria en un país con una larga tradición en el empleo de plantas medicinales.
La medida ha sido bienvenida especialmente entre pacientes, organizaciones de cultivadores e investigadores, que sin embargo, aún desconocen cómo se llevará a la práctica si es finalmente refrendada por el presidente Lenín Moreno.
“¿Quién va a prescribir?, ¿quién capacitará a los médicos?, ¿cuáles son las plantas que vamos a utilizar, así como tipo de semillas?”, plantea a Efe el profesor Omar Vacas, científico del Herbario de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE).
Con dos décadas de estudio en “plantas útiles” y un lustro del cannabis, este investigador destaca que Ecuador dispone de especies “runas” o autóctonas con elevados porcentajes de principios activos y se pregunta si la ley abrirá el campo a variedades que superen el 1% de tetrahidrocannabinol (THC, el componente psicoactivo del cannabis), que estipula la propuesta legislativa, para llegar, por ejemplo, al 3%.
La norma, aprobada la semana pasada, permite regularizar la producción, procesamiento y comercialización de la marihuana medicinal, y en el plazo de medio año Ecuador podría sumarse a más de una docena de países donde la práctica es legal, entre ellos ocho latinoamericanos.
La supervisión del proceso de producción recaerá en el Ministerio de Salud -que de momento prefiere no pronunciarse sobre la cuestión-, y otorgará licencias de cinco años a los productores, además de vigilar la siembra, cultivo, cosecha, industrialización, almacenamiento y dispensión de la sustancia.
Otras de las cuestiones abiertas es si se va a permitir la exportación del cannabis medicinal, qué cantidades de plantas o hectáreas podrán otorgarse a los agricultores, si se importarán libremente las medicinas o se podrá producir a gran escala en el país andino donde, según Vacas, “hay un mercado de 12,000 consumidores y un potencial de hasta un millón de pacientes”.
En el país ya se producen y venden 30 tipos de aceites cuyas concentraciones se ignoran, pero de acuerdo a médicos e iniciados, han ayudado a los pacientes que hasta la fecha los adquirían de manera clandestina.
Los autocultivadores esperan por ello que se tenga en cuenta su experiencia en una eventual producción industrial.
“Es un gran paso aunque todavía no estén definidos los márgenes en los que se va a trabajar, pero está bien normalizar la planta, sobre todo que no se criminalice a los que lo necesitan por salud”.
Esteban Almeida, productor y vicepresidente de la organización Ecuador Cannábico, sobre la decisión del Legislativo.
En su casa de Quito cultiva una docena de plantas de diferentes variantes como sativa, índica o Charlotte y lleva años elaborando artesanalmente aceites, cremas, “guanchacas” (ungüento a base de alcohol y hojas frescas de la marihuana), además de semillas altas en CBD (cannabidiol) para la industria textil.
El hecho de que Ecuador tenga doce horas de luz y doce de oscuridad, el suelo volcánico en muchas regiones, la altura del paisaje andino con gran radiación solar y estaciones constantes, hacen que sea un caldo de cultivo idóneo para sacar rendimiento a la planta.
Y es que a diferencia de otros lugares, en la línea equinoccial se producen tres cosechas al año, algo bastante inusual, aclara Almeida, para quien “no es lo mismo que venga una persona de Holanda” a producir la hoja “a una que trabaja con los diferentes climas de acá”.
Ecuador Cannábico reivindica el uso recreativo del cannabis y su presidenta, Verónica Solar, sostiene que la legalización medicinal “ha abierto una puerta” para que las organizaciones y cultivadores trabajen juntos “para mantener la producción local y no permitir que vengan multinacionales a adueñarse del mercado”.
La doctora Cristina Martínez, suele prescribir de forma libre aceite y cremas de cannabis en casos de epilepsia, Parkinson, autismo, cólicos menstruales, gastritis, dolores neurálgicos, reumáticos y crónicos, cáncer, sida o diabetes.
Reconoce que las elaboraciones artesanales se hacen actualmente “a ojo”, pero asegura que Ecuador tiene una larga tradición en la utilización de productos naturales, “dados a través de nuestros ancestros y chamanes, gente que conoce las plantas y no necesitaron clasificar si tenía tanto de TCH o de CBD (componente no psicoactivo con propiedades médicas)”.
En torno al debate de si el cannabis es curativo o paliativo, sostiene que “son las dos cosas a la vez”, por lo que defiende el derecho del paciente a poder tratarse con él en cualquier fase de su dolencia, a pesar de que la legislación contempla que lo haga tras agotar todas las opciones.